Un nuevo concepto de riqueza

03-11-2017
Ángel Contreras Moreno, Presidente del Consejo Ejecutivo Nacional del Instituto Mexicano de Mejores Prácticas Corporativas, A.C.

Es probable que hayas escuchado la historia trágica de algún padre de familia que murió repentinamente, dejando a su esposa e hijos con varias deudas y sin muchos ahorros. Posiblemente, la esposa, ama de casa de toda la vida, tuvo que buscar trabajo por primera vez; o quizá el hijo mayor, aun sin edad suficiente, debió hacerse cargo de la casa.

Desgraciadamente, esta no es una situación aislada: cabezas de familia que viven de su trabajo, que no acostumbran ahorrar ni tomaron las previsiones para proteger a sus seres queridos en caso de faltar.

Ese puede ser uno de los ejemplos más sencillos para entender el concepto de desarrollo sustentable. Ya sea en términos ecológicos, económicos o sociales, la sustentabilidad se reduce a una simple cosa: cómo llevar a cabo un proyecto que sea capaz de sostenerse por sí solo, al mismo tiempo que sea productivo, y a pesar de que alguien falte.

La sustentabilidad es un tema que interesa a la comunidad empresarial, pues nuestro sistema económico tiene una gran influencia tanto en el ecosistema del planeta como en el desarrollo de las sociedades. ¿Pueden las empresas prosperar sin hacerlo a expensas de los recursos naturales? En términos económicos, ya hay preguntas que es imposible seguir ignorando. ¿El sistema capitalista es capaz de crear igualdad social, de estrechar la creciente brecha entre ricos y pobres? ¿Acaso hemos caído en una dinámica donde la acumulación y el consumo importan más que garantizar la prosperidad de la comunidad? ¿La productividad de las empresas debe existir a costa de la explotación de los trabajadores?

En el Instituto Mexicano de Mejores Prácticas Corporativas (IMMPC) tratamos de atender estas inquietudes y ofrecer un panorama general de lo que implica ser sustentable. El primer paso para afrontar este desafío es garantizar que las empresas del país asuman un compromiso público, voluntario y verificable con la transparencia.  Es por eso que nuestro Centro de Investigación y Desarrollo ha lanzado su programa más ambicioso: la Certificación de Empresas en Mejores Prácticas Corporativas.

Esta es la primera certificación que atiende la necesidad de los empresarios, inversionistas, consejeros y terceros legítimamente interesados por validar el desempeño y la conducción transparente, honesta y responsable de la empresa, a fin de lograr su consolidación y desarrollo sustentable. Es también un estándar integral y transversal basado en el Modelo de Gestión Empresarial del IMMPC, cuya implementación es verificable a través de un sistema basado en la evidencia, además de que es auditado por un tercero independiente.

El Modelo de Gestión Empresarial es un esquema de once dimensiones que reta a las organizaciones a establecer bases sólidas de institucionalización y profesionalización, fijando su rumbo hacia el éxito. Sus elementos pueden ser adaptados de acuerdo al tamaño y las necesidades de información y control. Por tanto, su adopción es recomendable para todas las organizaciones, independientemente de su sector, estructura o nivel de ingresos.

El objetivo de cualquier negocio es generar utilidades, riqueza. Esta definición sigue siendo vigente y sensata; lo que ahora debemos hacer es examinar la definición de riqueza. Si una empresa prospera y hace prosperar a quienes la rodean —empleados, comunidad, etc. —, entonces tenemos progreso. Pero si la empresa se enriquece explotando a sus colaboradores, evadiendo impuestos y atentando contra el medio ambiente, ¿cuál es el punto? A ese paso,
tendremos un negocio con arcas llenas, pero no habrá ningún sitio para desembolsarlas. ¿Tiene algún valor una fortuna que no puede gastarse?

Todos debemos ser conscientes de que nuestro trabajo no solo debe dar resultados y gratificaciones en el corto plazo; debe rendir, incluso, para aquellos años en los que nosotros mismos ya no habitemos el planeta. Debemos construir un mundo mejor para nosotros, sí, pero también para quienes vendrán después. Si nos comportamos como aquel padre de familia que, desgraciadamente, no se preocupó por el futuro, solo heredaremos deudas y problemas, en vez de la posibilidad de un mejor porvenir... o incluso la mera posibilidad de un porvenir.